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Moncho Ferrer: “Las niñas y niños de Nepal necesitan un lugar seguro mientras sus familias trabajan en los hornos de ladrillo”

El director de Programas de la Fundación Vicente Ferrer (FVF) explica que las escuelas provisionales son un acompañamiento a las familias vulnerables que se desplazan para trabajar como temporeros: previenen el trabajo infantil, garantizan una correcta nutrición y velan por el derecho a la educación de sus hijas e hijos.

Estamos en mayo y queda poco para que comience la temporada de monzón en el país de los Himalayas. Miles de personas se han desplazado en los últimos meses a las fábricas de ladrillos para trabajar como jornaleras. Cuantos más ladrillos, más salario, así que, las jornadas laborales son interminables los meses previos a las lluvias.

Durante este periodo, todos residen en los alrededores de las fábricas, un entorno poco recomendable debido a las altas dosis de humo que inhalan. En este contexto, la FVF despliega su apoyo a los pequeños de la familia. Moncho Ferrer, explica desde Katmanú los objetivos de este proyecto: “Sus padres están trabajando todo el día y no pueden cuidarles. Los centros educativos representan un lugar seguro donde estar y no perder su educación. Es importante proteger su derecho a ser un niña o niño”.

La Fundación apoya una serie de escuelas que están operativas durante la temporada alta de ladrillos. “Las personas migrantes que acuden a la llamada suelen ser trabajadores no cualificados extremadamente pobres: trabajan en la construcción, en fábricas de ladrillos o haciendo carreteras. Al ser un trabajo puntual, deben dedicarle muchas horas para poder garantizarse ingresos suficientes”. Los niños que les acompañan no tienen una vida normal, ni un entorno que les proporcione equilibrio o nutrición. Todo ello acaba distorsionando su pequeña realidad y puede tener consecuencias para su futuro. “Lo que hacemos es cuidar, ayudar y acompañar a estas familias y trabajar con la infancia. Hay centros educativos donde las niñas y niños pueden permanecer todo el día mientras los padres están trabajando: tienen comida, formación y un sitio seguro de acuerdo con su edad”, explica Ferrer.

Se calcula que en Nepal hay unas 750 fábricas de ladrillo, (cifras no oficiales apuntan a más de 1.000, porque muchas son ilegales) una industria que ha crecido al amparo de la construcción y la exportación de los ladrillos a países ricos, donde existe mayor regulación medioambiental y este tipo de fábricas estarían prohibidas. Son empleos que suelen estar ocupados por familias empobrecidas, la mayoría de las castas más bajas o dálits. Se trata de un trabajo temporal, entre noviembre y mayo, que es la época en la que cesan las lluvias monzónicas.

Y mientras las niñas y los niños tengan estos espacios, la Fundación trabaja de manera estratégica en la prevención del trabajo infantil. Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el 16% de la fuerza laboral de las fábricas de ladrillos está formado por menores, lo que supone que entre unos 20.000 y 30.000 menores que deberían estar en las escuelas sufren explotación laboral y riesgos a su salud por cargar pesos excesivos y exponerse a las nubes de humo tóxico que emanan de las chimeneas de los hornos. Si no tuvieran el recurso de apoyo de las escuelas temporales que apoya la Fundación Vicente Ferrer, las niñas y niños desplazados con su familia hasta estos hornos, con toda probabilidad, acabarían trabajando en ellos.